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martes, 28 de febrero de 2012

SEÑOR PRESIDENTE:


Es muy probable que Ud. Recuerde la canción “Le deserteur”, compuesta por Boris Bian y cantada, allá por los años sesenta, entre muchos otros, por Serge Reggiani con envidiable voz y turbador mensaje: el desertor, comunicaba al Presidente de la República Francesa (Monsieur le Président…), que, habiendo recibido la orden de incorporarse a filas, decide desertar, y que si había que dar la sangre por la patria, era buen momento de que el Sr. Presidente se apresurara a ofrecer la suya. El asunto acababa mal para el pobre muchacho, que terminaba sus días al borde de un riachuelo con dos agujeros rojos en el costado (il ha deux trous rouges au coté droit…). Seguro que recuerda Ud. la canción y hasta es probable que estas letras mías lo impulsen a escucharla de nuevo.
El recuerdo de aquellos tiempos me lleva a dirigirle la presente para hacerle algunos comentarios sobre cuestiones que me preocupan, lo que hago a renglón seguido, con el mayor respeto y consideración:
Tuve la fortuna de nacer en este país y esta tierra del sur a la que sigo amando, aunque lo hice en época poco venturosa. Me tragué como pude una posguerra larga y difícil en la que el silencio sobre los acontecimientos pasados se cernía sobre la población como una nube plomiza y tétrica. Tuve que comulgar con piedras de molino que he tardado media vida en expulsar de mi cabeza como se expulsan las piedras del riñón. De mis ancestros y amigos, unos eran ganadores y otros perdedores y siguieron así durante mucho tiempo. Los dirigentes de entonces eran escogidos entre los primeros, y los segundos relegados y perseguidos. Aquello acabó por vía natural (es sabido que no hay mal que cien años dure…ni cuerpo que lo resista), y respiré aliviado cuando vino la transición constitucional esperando una época de democracia y libertades. Peo ¡ay! Cuan efímero es el gozo en casa del indigente (dicen en mi pueblo, aunque con lenguaje más llano).
A la política, en vez de acudir los prohombres de valía, de los que esta país está bien surtido, acudieron mediocres y chorizos que buscaban encaramarse al poder y la riqueza con afán desmedido. Proliferaron los escándalos y corruptelas en todos los partidos, aparecieron los hemmanos andaluces, los pelotazos de la construcción, los campos de golf inoperantes, aeropuertos fantasmas, guerras hidráulicas, trajes y bolsos de lujo en comunidades falleras, etc. Con la mayor desfachatez, alcaldes y presidentes se dejaron corromper manteniendo un aire cínico y desafiante ante los medios públicos. Hasta que la burbuja se deshinchó, los banqueros se hicieron con el poder y la mitad del país se quedó sin trabajo. La corrupción llegó hasta la vecindad de la más alta institución del estado y el pueblo ha acabado aceptando esta situación como algo inevitable, como parte de la condición humana.
Me resisto a aceptar tal realidad. Creo, con el viejo Aristóteles, que hay que decir que existe democracia cuando los libres ejercen la soberanía, y oligarquía cuando la ejercen los ricos. Caminamos, Sr. Presidente, por un sendero peligroso. El que conduce a la oligarquía. Y a ella nos lleva Ud. de cabeza.
Le he oído decir, en su campaña electoral, que se proponía darle la vuelta a este país, acabando de forma drástica con todos los males enumerados más arriba y unos cuantos más que se me quedaron en el tintero. De ser ello cierto, téngame desde este momento por su más ferviente valedor, dentro de mi modestia.
No dudo de que su gobierno va a acabar con todas esas corruptelas; que propiciará la renovación de las altas instituciones, tanto tiempo bloqueadas por los “otros”; que ampliará los derechos y libertades de colectivos tradicionalmente marginados; que propiciará los matrimonios homosexuales; ampliará la cobertura para la enseñanza laica, igualitaria y universal; mejorará la sanidad pública; acabará con la guerra entre trasvases y desaladoras; actualizará la ley del aborto de forma que desaparezcan los embarazos no deseados; acabará con la lacra del paro, propiciando la negociación de los agentes sociales y ampliando la cobertura de los trabajadores; pondrá a las iglesias en el lugar que les corresponde; y un largo etcétera que Ud. conoce mejor que nadie.
Sr. Presidente, me han dicho que es Ud. uno de los dirigentes más honestos, capaces y bienintencionados que este país haya tenido la suerte de disfrutar. No lleva camino de demostrarlo.

martes, 21 de febrero de 2012

ANDUGAR EN LA TERTULIA

Hay que darle la razón a Fernández cuando asegura que es el único céfiro capaz de avivar en la tertulia las mortecinas brasas de nuestras inquietudes culturales.
- Si no fuera por mí, no salíamos del dominó y los programas de entrepierna.
-No te pases, Fernández. Cualquiera diría que somos analfabetos.
-Poco falta, a juzgar por lo poco que os interesa nada que tenga que ver con el arte, la literatura o cualquier otra manifestación cultural de nuestra tierra, y no te digo de fuera.
-A ver que mosca te ha picado, que vienes tan encendido.
-Pues que acabo de enterarme de que Santiago Delgado ha ganado el premio internacional Ciudad de Caravaca con una novela llamada “El corazón de la cruz”.
- ¿Y ese quién es?
- Ves cómo eres un mendrugo, Cipriano, ese señor es uno de los que más ha trabajado sobre nuestro poeta doméstico, Julián Andugar Ruiz, que a todos os sonará.
- Pregúntale al tío Juanín, que era vecino suyo.
- Ya, pero ¿sabéis que era un gran poeta injustamente olvidado quizás por su condición de “rojo” o de homosexual, cosas ambas que nada tienen que ver con la calidad literaria de su obra, pero que en aquellos años de miseria intelectual bastaron para marginarlo? Aunque ignorado por “el gran público”, (en muchas enciclopedias aparece como oriundo de Valencia, quizás porque fue en sus últimos años, después de represaliado por el franquismo, diputado socialista por Alicante), es bien conocido entre las gentes cultas (que afortunadamente algunas hay en nuestra región). Santiago Delgado hizo sobre su obra una tesis doctoral cuyo original se guarda como oro en paño en la biblioteca municipal; Francisco Sánchez Bautista, otro gran poeta, dirigió una magnifica antología suya y los profesores Mª Josefa (QED) y Javier Diez de Revenga, que pasaron como docentes por este pueblo, le dedicaron magníficos estudios. José Mª Galiana musicó algunos de sus poemas, pero con eso y ponerle su nombre a un instituto de enseñanza secundaria y a una calle, se acabaron las muestras de reconocimiento. No se ha vuelto a oír hablar de él.
- Hombre, se le dedicó un soto a la orilla del río con un busto en su honor y un monolito cerca de su casa natal.
-     Si, el soto (fuera del término municipal de Santomera) está lleno de basura, el busto ha desaparecido y el lugar se ha convertido en punto de gustoso refocile para parejas ardientes, quizás el único tributo vital y alegre que recibe su memoria. En cambio, las gentes de Caravaca, que sí saben explotar con gracia lo poco o lo mucho que tienen, acaban de fallar un premio literario internacional que ha ganado justamente Santiago Delgado, el único que ha estudiado la personalidad y la obra de Julián Andugar a fondo. Y nosotros dedicándonos a fiestas de moros y cristianos, carrozas, tours de tapas y cañas y mercadillos navideños de sabor medieval.
-No me dirás que eso no son también actividades culturales.
-Por supuesto que lo son, y muy importantes, sobre todo porque dan votos fáciles. Pero no solo de pan festero vive el pueblo, hay que echarle un poco de “chicha” cultural de vez en cuando, aunque solo sea para guardar las apariencias. Ninguna autoridad municipal de nuestro pueblo, ni de un signo ni de otro, han mostrado el menor interés en los últimos años por una figura de la categoría de Andugar para celebrar, con cualquier excusa plausible, unos actos culturales, mesas redondas, conferencias, exposiciones, estudios o lo que sea, como ha hecho Orihuela con Miguel Hernández, que bien, y merecidamente le han sacado el pringue. No andamos muy sobrados en este pueblo de figuras de esa categoría como para relegarlas al olvido.
-A lo mejor, cuando vengan mejores tiempos, se remedian cosas como esta.
-A lo mejor.

Este artículo fue publicado en la revista “La Calle” de Santomera en el número correspondiente al mes de Febrero 20012, pag. 29. Si alguien siente curiosidad, puede verlo en el enlace: 
http://www.revistalacalle.com/pdf/La%20Calle%20108%20web.pdf

martes, 14 de febrero de 2012

LIBROS ARDIENTES

El cierre de algunas bibliotecas públicas como consecuencia de los recortes económicos que tantas actividades han rebanado (menos los sueldos y proyectos faraónicos de los políticos), ha propiciado manifestaciones de protesta tan pintorescas como la simbólica quema de libros frente a la Biblioteca Regional de Murcia que ha indignado al profesor Belmonte Serrano (“Los libros arden mal” La verdad, 02.02.2012). En efecto, no parece que esa forma de protesta ayude a la supervivencia del libro y su difusión; más efectiva fuera una protesta “a la japonesa” en la que se repartieran libros a cascoporro o se propiciaran concursos de lectura maratonianos, pongo por caso.
Los libros, fuente de saber e ilustración pero de materialidad vulnerable y perecedera, se vieron atacados por el fuego desde el principio de los tiempos. Las bibliotecas han sido proclives a las llamas desde la de Alejandría hasta el monasterio italiano del Nombre de la Rosa. Hoguera más modesta hicieron el ama y la sobrina con los libros de caballerías “de los que hallaron más de cien cuerpos de libros grandes” y que solo salvaron unos cuantos a instancias del cura y el barbero conjurados (Historia del famoso caballero Tirante el Blanco, La Diana, Los diez libros de Fortuna del amor, El Pastor de Iberia, etc.). En el otro lado del mar, también se dieron a las llamas como alimento algunos de ellos: El 29 de abril de 1976, Luciano Benjamín Menéndez, jefe del III Cuerpo de Ejército con asiento en Córdoba, ordenó una quema colectiva de libros, entre los que se hallaban obras de Proust, García Márquez, Cortázar, Neruda, Vargas Llosa, Saint-Exupéry, Galeano... Dijo que lo hacía "a fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas... para que con este material no se siga engañando a nuestros hijos". Y agregó: "De la misma manera que destruimos por el fuego la documentación perniciosa que afecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos del alma argentina". (Diario La Opinión, Buenos aires, 30 de abril de 1976).
En todas partes cuecen habas, como se ve. A veces con fuego libresco.
Años antes, Ray Bradbury había escrito una novela sobre el asunto que François Trufaut llevó al cine con el mismo título, Fahrenheit 451, en 1966: imagina que en un futuro (afortunadamente ya sobrepasado sin problemas), los bomberos se dedican a quemar libros para preservar a las gentes del agobio a que pueden conducirlos mostrándoles la realidad que les envuelve, conclusión a la que, por otras vías, había llegado Pepe Carvalho  de la mano de su autor Manuel Vázquez Montalbán, encendiendo la chimenea de su casa de Vallvidrera con selectas ediciones escogidas minuciosamente según la ocasión.
A cualquier amante de los libros estas historias le producen cierta grima, pero estamos inmersos de lleno en una época de libros virtuales y es muy probable que dentro de pocas generaciones las bibliotecas se hayan replegado con exclusividad a lugares públicos, donde los volúmenes intocados acaben cubriéndose de polvo ilustrado. No parece que la juventud opte ahora por el coleccionismo libresco y el amor a las estanterías, cuando tienen una infinita biblioteca a su alcance en internet. Puede que la hermosa liturgia del libro impreso, su tacto amoroso, el olor a tinta, sabiduría y polvo añejo, y el agradable peso que deforma el bolsillo de la chaqueta, estén viviendo los últimos momentos en las manos de unos pocos nostálgicos trasnochados, pero creo que tiene razón Don José Belmonte cuando cita a su admirado Pérez Reverte:
“Cuando un libro arde mueren todas las vidas que lo hicieron posible, todas las vidas en él contenidas y todas las vidas a las que ese libro hubiera podido dar, en el futuro, calor y conocimientos, inteligencia, goce y esperanza”.


martes, 7 de febrero de 2012

HA LLEGADO EL FRIO

Los largos periodos de bonanza climática de que disfrutamos en esta tierra (ya que otras bonanzas nos están vedadas por el momento) hacen que, de año a año, se nos olvide que el frio también existe. Y suele suceder, por mor de los accidentes atmosféricos que cumplen su ciclo inexorable, que el día que les toca, se abaten sobre nosotros y nos pillan con el sensible culo al aire. Allí el llanto y rechinar de dientes sin que el día final haya llegado, allí los catarros y toses de los escasos fumadores que se refugian en terrazas emplastecidas, allí los resbalones, accidentes y caídas. Solo las estaciones de esquí reciben alborozadas el blanco manto (que diría un cursi) permitiendo que se trasladen al mes de agosto.
En tiempos pasados, el hombre era paciente y recibía con naturalidad las estaciones, gozándose incluso el cambio que comportaban y que lo libraba de la monotonía existencial. Ahora, con la ilusoria pretensión de que dominadnos la naturaleza y esta deben permanecer a nuestro servicio (Ana Botella, preclara augur, dixit), nos hemos acostumbrado a los veintidós grados y cualquier circunstancia que nos aparte de ellos nos parece un grave atentado al bienestar de “la especie dominante”.
Ocurre también que en zonas privilegiadas desde el punto de vista climático como la nuestra, acabamos convenciéndonos de que aquí ni hace frio ni llueve nunca, de manera que cuando caen cuatro gotas, el desastre se desencadena sobre nuestras cabezas como temieron siempre los vikingos, los arroyos de aguas llenas de la suciedad acumulada inundan nuestras calles, los ríos se desbordan y las goteras proliferan. Como tampoco hace frio por estos lares, cuando este llega, nos pilla en camiseta y tenemos que recurrir a estufas y radiadores de emergencia, olvidadas hace ya tiempo las “salamandras”, estufas, chimeneas y braseros de picón.
Me ha recordado esta ola de “frio Siberiano” (con ligeras diferencias, igual a la de cualquier otro año) un pasaje de “Cartas finlandesas” del poco recordado miembro de la generación del 98, Ángel Ganivet, escritas durante su estancia en Finlandia como Cónsul, entre 1895 y 1898:

El frío. Voy a sorprender a mis lectores diciéndoles que aquí no hace frío. Dentro de las casas se vive en perpetua primavera, y en la calle, envuelto en pieles, suda uno más que en verano. Sólo la cara, que tiene que ir al descubierto, se resiente de las caricias un tanto brutales de la nieve y el viento. De 10 grados para abajo, la barba se hiela y la cara se adorna con un marco de estalactitas; cuando se vuelve a casa después de pasear un rato, de cada pelo cuelga un carámbano, y al sacudirse suena uno como una araña de cristal. A los 20 grados bajo cero lloran hasta las personas menos sensibles, y hay que tomar precauciones contra la congelación.

Como se ve, lo nuestro al lado de esas temperaturas es una broma. Sin embargo, más adelante, el autor nos dará una pista de la tristeza que lo invadió en aquel clima y que lo llevaría a precipitarse en las heladas aguas del Dvina a su paso por Riga desde el alto bordo de un navío:

Lo que angustia más no es el frío; es la falta de sol: más luz da el suelo nevado que el cielo gris, triste como el rostro de un mudo; a veces una mancha rojiza marca el sitio por donde el sol quiere asomarse; algún día el sol luce al fin; pero sus rayos no calientan ni dan vida al
paisaje, siempre silencioso, solemne.

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