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martes, 29 de mayo de 2012

SEÑOR PRESIDENTE (III) Autonomías y despilfarro


Señor presidente: por vías indirectas, de toda credibilidad, he tenido noticia del interés con que ha leído Ud. mis anteriores, y de los favorables comentarios que le han suscitado. Ello me mueve y anima a dirigirle la presente, para hacerle partícipe de algunas dudas e inquietudes que la situación presente me despierta.
No comulgo en absoluto con mi contertulio del Hogar del Pensionista, “Paco el Cacaseno” (del que sin duda tiene Ud. noticia, por ser persona de gran relevancia en mi pueblo), que echa pestes de su gobierno, de sus recortes centrados en sectores de relevancia social como la educación, la investigación y la sanidad, mientras el dinero fluye a raudales para banqueros y chorizos de manga blanca. Yo, que deposité mi confianza en su opción política en el momento oportuno, sé que tras ese pertinaz silencio que mantienen Ud. y los responsables de su gobierno, y tras los aparentes disparates de tijeretazos y bankias, se oculta un astuto plan que, revelado en el momento oportuno, hará fluir de nuevo el crédito, incentivará la economía, potenciará la investigación y la enseñanza publica, organizará el caos sanitario e incrementará el empleo llevándolo a cotas jamás imaginadas. El asunto es resistir hasta entonces. Algunos lo tenemos crudo.
Dice el Cacaseno que las culpables del disparate despilfarrador (aparte de la famosa burbuja inmobiliaria que nadie pinchó en su momento), han sido las Comunidades Autónomas, mayoritariamente las de su partido (de Ud.). Y puede que tenga razón; pero lo que el pobre ignora es que estas, en su inocencia, se vieron impulsadas al gasto desaforado mal aconsejadas por el perverso Zapatero que buscaba así su ruina y la de todo el país. Se escandaliza mi contertulio de que en este país tengamos 445.568 políticos para 165.967 médicos, 154.000 policías y 19.854 bomberos; más políticos que en Alemania, de la que estamos a la distancia social y económica de todos conocida. Ignoro sus fuentes, pero aunque fueran fiables, estoy seguro de que el de políticos no es un número en absoluto exagerado, pues son imprescindibles para la feliz gobernación de nuestra sociedad, mientras que maestros, médicos, investigadores, policías o bomberos son gentecillas prescindibles, de los que con un reducido número, la sociedad puede seguir funcionando al pistón, incluso mejor.
En mi región, Sr. Presidente, la amplia mayoría de los ciudadanos estamos más que satisfechos con el Gobierno que tenemos desde hace muchos años, la prueba es que lo votamos una y otra vez. Pronto tendremos un nuevo aeropuerto (uno más de los 49 que en España existen), mientras el antiguo (S. Javier), acaba de inaugurar una segunda pista que será abandonada en breve. A 70 Km., en la Comunidad vecina, tenemos otro, magnifico, recién ampliado, con experiencia de muchos años y una larga trayectoria de vuelos a todo el mundo. Me temo que sea imposible competir con él. ¿Qué haremos entonces con el nuestro, en el que se han invertido ingentes cantidades de euros? Siempre queda el recurso, como otros han hecho, de utilizarlo para que los jóvenes parados, con o sin novi@, o los ancianos de pensiones reducidas, utilicen sus pistas como alamedas para el reconfortante y económico paseo.
Gracias a las eficaces gestiones de nuestro Consejero de Cultura, pronto tendremos también un parque temático tipo Las Vegas, y aunque la industria conservera haya desaparecido o emigrado y el resto de tejido industrial se deshilache como algodón pasado, seguirán funcionando como un reloj los festivales de músicas atronadoras, las fiestas de romanos o moros, el Bando de la Huerta y el Entierro de la Sardina. Las gentes son felices, siempre lo han sido, con el pan y circo suficientes.
El Sr. Rubalcaba, siempre incordiando, sale ahora con lo del IBI de los 100.000 inmuebles de la iglesia católica. Eso, como los correspondientes a la Cruz Roja, partidos políticos, sindicatos o fundaciones varias, no deja de ser “peccata minuta”, unos pocos miles de millones. Aquí estamos los ciudadanos de a pie para que nos esquilmen, cual mansas ovis, al tiempo que medran bancos y asociaciones.
Por todo lo antedicho, Sr. Presidente, cuente Ud. con mi apoyo incondicional y mi voto seguro cuando la ocasión lo requiera. Y de paso, si mis atinados consejos y observaciones fueran de su interés, vea de incluirme en el número de sus asesores procurándome una modesta sinecura, que tengo dos chiquillos en paro, la asistenta sin dar de alta, el perro ético tras prolongada dieta, debo tres plazos de hipoteca, mi señora está al borde de la histeria y el coche sin pasar la ITV dos años. Me conformaría con una cosita modesta, alguna migaja de Bankia o cosa similar.
Suyo afectísimo.

martes, 22 de mayo de 2012

MAX ESTRELLA


Un día asistí en el Romea a “Luces de Bohemia” para encontrarme con  los “jóvenes iconoclastas” a los que mi padre se refería con frecuencia.
Mi agradecimiento a Carlos González Vidal, que los ha vuelto  a la memoria.

Max  es un personaje impactante por su grandeza trágica y esperpéntica que lo hacen, no solo grande sino desaforado en todas sus manifestaciones. Delicadamente rudo y groseramente tierno, de vida efímera como las mariposas, en solas veinticuatro horas nos hará conocerle desde todas las situaciones posibles de su entorno.
En compañía de su alter ego, Latino, mezcla de perro guardián, pulga chupadora y consejero interesado; contrapunto sanchopancesco del altruismo ilusorio y etéreo de Max, recorrerá este, en un último viajede trancos desiguales y sorpresivos, los ambientes en los que se ha desenvuelto su vida como en una despedida llena de tintes trágicos y abocada a la muerte inexorable.
Su ceguera (regalo de Venus, según él mismo cuenta) a la que no se resigna, como a nada de lo que le rodea, ha sido el último eslabón de la larga cadena de infortunios protagonistas de su vida. Su genio creativo le ha sido fatal en medio de gentes acomodaticias y ramplonas donde prima la materialidad sobre lo espiritual, y a pesar de saberse el primer poeta de España, debe recurrir a empeñar su astrosa capa para pagar con el mísero importe la frasca de vino que le permita seguir soñando, en un país donde los sueños están proscritos.
Otros poetas, como él, alertados a tiempo por la vida, se dedicaron a menesteres más productivos y ahora ocupan altos cargos en la administración. A ellos se dirige Max en exigencia de la reparación que en justicia merece por el trato vejatorio sufrido en una de sus borracheras. Pero acaba aceptando la dádiva humillante que se le ofrece para que se quite de en medio. La acepta, consciente de su propio encanallamiento, y ello hace más firme su designio de terminar con aquella situación denigrante que le resulta cada vez más insostenible.
Para bien o para mal (casi siempre para mal), es el artífice de su destino, navegando contra corriente y decidiendo  su trayectoria con independencia absoluta de más opiniones. Esta es, posiblemente, su mayor grandeza y el origen de su seguridad.
Queda ya, cuando lo conocemos, muy poco en el personaje de la fuerza vital que se le adivina en épocas pasadas. Decepcionado de todo y de casi todos, la idea del final está presente desde el comienzo de su periplo. Final al que convida e induce a los únicos seres a los que se siente unido: su esposa y su hija. Estas, que en un principio rechazan visceralmente la idea, acabaran, sin embargo, adoptándola como propia y muriendo una vez desaparecido Max por medio del mismo elemento que él les sugiriera.
Pero no todos mueren en esta especie de venganza última contra una sociedad que los ha ignorado hasta entonces. Queda el cínico Latino de Híspalis, heredero de la mísera fortuna que le ha llegado a Max demasiado tarde y que él se ocupa de dilapidar, entre hipos de borracho en el tabuco de Picalagarto, en vino y bellaquerías. Todo se desmorona al fin. Todo menos el atemporal marqués, arruinado por su Pazo de Bradomín, paseando displicente y melancólico con el relamido Rubén, que presta su elegante brazo al anciano barbado, incombustible y atildado, único que ha de sobrevivirnos.

martes, 15 de mayo de 2012

EL 15 M. Y LOS VIEJOS

Ha sido mi lugar, desde que empezara a reconocerse como una de las Urdiencas significada por el cultivo del pimiento, allá por la mitad del S. XVI, sitio tranquilo de agricultores cachazudos y esforzados, algo barbaros, de corazón tierno y expresión hosca. Con el tiempo, las cosas cambiaron; el  pimiento y las moreras fueron sustituidos por el limón amarillo y áspero que conoció momentos de gloria mientras sorprendimos a los demás países productores. Ahora, la competencia nos ha adelantado, dejándonos la temida competitividad hecha unos zorros. Los bancales languidecen dejados a la buena de dios y ha llegado por fin el momento del “agua para todos”, no porque haya más, sino porque muchos huertos se han abandonado.
Y los viejos de siempre, que ahora se llaman “tercera edad”, se reúnen cada día en el “club” que les han construido a propósito los ayuntamientos de uno y otro signo, aunque todos se arrogan el merito, porque creen que “los mayores” constituyen un caladero de votos fácil de manejar. Pero los viejos son viejos, no tontos y muchos de ellos se esfuerzan en recuperar los conocimientos que en su época no les llegaron, aprendiendo a pintar, a hacer encaje de bolillos, asistir a cine fórums y clubs de lectura o iniciarse en el manejo del ordenador. Navegan por internet, poniéndose “al loro” de lo que pasa fuera de la Urdienca y se lo pasan tan ricamente.
Las tertulias del club son divertidas y en ellas se trata de lo divino y lo humano. A veces se arregla el mundo en un plis-plas. Cuando surgen fenómenos como el 15 M, mis colegas se niegan a quedar desplazados por los jóvenes. Dicen que los movimientos sociales tienen que abarcar a todo el espectro de la población, sin olvidar que cada franja tiene sus aspectos y problemas específicos, pero precisamente por eso es por lo que podemos ayudarnos unos a otros, complementado las capacidades que los diferentes momentos de la vida nos han proporcionado. Que también ellos están hartos e indignados con las tonterías de los políticos, de uno y otro bando que tan caras nos cuestan: con el pontífice González que ahora tiene todas las claves del éxito (bien podía haberlas aprovechado cuando tuvo la ocasión si realmente veía los garbanzos bullir); con los de teórica extrema izquierda que pactan en Comunidades para que gobierne la derecha; con los de derecha que, lejos de aportar soluciones y colaboración para la mejor gobernanza de este país, que es de todos, flagelan al cansado macho para ver si de una vez el carro cae por el pedregal y entonces pueden acudir a acabar el barbecho y ponerse las medallas. Por eso mis colegas, los viejos de antaño hoy transmutados en “tercera edad”, “mayores” o tonterías por el estilo, reivindican su parcela de una lucidez que nunca perdieron, a semejanza de José Luis Sampedro, guardando las respetuosas distancias.
Dice Fernández, uno de mis contertulios más activos, que estos movimientos han traído a la memoria de muchos, aquellos de hace más de cuarenta años en Paris, pero que los tiempos son distintos, las sociedades más maduras y sobre todo, los sistemas de intercomunicación, tienen una potencia capaz de convocar acontecimientos de masas insospechados entonces. Esta es otra sociedad, con otros medios muy diferentes. La esperanza de futuro es mucho mayor y los viejos duran como si les pusieran pilas nuevas cada día.
-     Cuatro jovenzuelos con ganas de meterse en follones, como siempre ha tenido la juventud, ansias de arreglar el mundo, que acaba quedándose como estaba -dice el Juan de la Cirila-, que le tiene la gana hecha a Fernández.
Pero Fernández calla a la espera de acontecimientos, piensa que aquí puede estar el germen de otro tipo de democracia que traiga un aire nuevo a nuestro decadente sistema. Que hay que sanear lo podrido y obsoleto (que no es todo) para afianzar lo nuevo. No con la revolución, sino con la evolución pacífica e inteligente. Con la participación de todos aquellos que se sientan involucrados, de cualquier edad y condición. Y renovando el estamento político como se cambian en las granjas las gallinas viejas. De golpe.

martes, 8 de mayo de 2012

LOS SISTEMAS PERVERSOS

Fernández es hombre de vasta cultura, si bien autodidacta y errática, en perpetua fase de ampliación. Últimamente dedica su tiempo a lecturas sobre sistemas perversos, y de la misma forma que Don Quijote, saturado de novelas caballerescas acabó viendo encantadores, doncellas menesterosas y fantasmas por todas partes, mi amigo solo ve a su alrededor la parte negativa -perversa- de los sistemas sociales.
- Imagínate -me dice- lo lamentable que resulta un sistema que, diseñado en principio para obtener un bien, acabe proporcionando un mal. Ejemplos: un sistema sanitario creado para restaurar la salud que acaba contaminando, a través de infecciones hospitalarias, a los que acuden a sus instalaciones; o que se permita la instalación de industrias contaminantes amparadas en el interés público; que se obligue, o se potencie desde el Estado la profesión de un culto religioso determinado con menoscabo de otros; que se permita a los monopolios actuar con impunidad aunque su principal interés sea combatir la libertad de mercado; que la desocupación obligue a los obreros a realizar tareas insalubres y perjudiciales para su salud; que la prensa pueda acusar a cualquiera sin recoger el derecho de réplica, etc. etc. Y no te digo nada de la política, cuyas informaciones dominan nuestros días y nuestras noches en un vendaval desconcertante. En teoría, a la política acuden aquellos que tienen voluntad de servicio para sus conciudadanos, o por lo menos eso repiten con insistencia; pero resulta que, con cierta frecuencia algunos políticos acaban alzándose con la caja del negocio, atentos solo a su propio beneficio. Da lo mismo a que partido pertenezcan, pues la categoría “chorizo” es superior a la categoría “miembro de un partido” y aún a la de “político”. Esa es la más falaz de las perversiones ya que supone un abuso a la buena fe de los ciudadanos que los votan en la inocente esperanza despertada por sus mítines, donde muestran una faz que no volverá a verse hasta la próxima campaña electoral, si no es que han hecho la caja suficiente y se han retirado o se han buscado otro destino en los múltiples consejos de administración a que tienen acceso privilegiado.
- ¡Pero hombre, Fernández, no serán todos así! A los políticos, como a todas las personas de bien, se les supone dotados de una ética capaz de establecer un sistema moral, de distinguir entre lo que los hombres deben o no deben hacer, de diferenciar y elegir entre vicio y virtud, entre el bien y el mal.
- Desde luego que no son todos así, por suerte los hay honestos, pero fíjate en la última y más sutil perversión de ese sistema: cuando se destapa una corrupción (que afortunadamente se destapa) los compañeros de partido del corrupto, en vez de apartarse de su lado, como exigiría esa ética elemental de la que hablas, en virtud de algún extraño sentimiento de culpa comunitaria, hacen piña en torno a él en un desesperado intento de “mantenella y no enmendalla” que acaba enredando las cosas y en muchas ocasiones hace que, para jueces y magistrados, sea imposible desenmarañar la madeja. Así, el ciudadano, que dio su voto a los que le parecían más honestos y capaces, acaba siendo desplumado por ellos. ¡Perversión suma!
- Será por eso que en algunos países se limitan los mandatos a ocho años, para que no cunda el tiempo de la tentación y los errores no se perpetúen.
- Si, pero en otros se agarran al sillón como la caparra a la oreja de un perro durante tres, cuatro o más legislaturas.
- Por algo será. Si el pueblo los vota...
- Pues sí.




martes, 1 de mayo de 2012

PERIQUITOS EN PRIMAVERA

A Eduardo Cos, el dadivoso.

Merced a un contertulio distinguido del Club Thornton obra en mi poder un hermoso jaulón con dos parejas de Periquitos Reales. Para quienes no conozca esa especie ornitológica, les diré que son un poco más grandes que los periquitos corrientes, de plumaje más variopinto y bien diferenciado entre la pareja, con ventaja para el macho (como en casi todas las especies de aves). Me han dicho algunos entendidos que estos pájaros tienen notoria facilidad para hablar, pero a estos míos jamás les he oído decir ni media palabra. O son prudentes en extremo o mi conversación les resulta irrelevante.
Llevan en esta casa un par de años y nunca han dado la menor señal de actividad reproductiva, pero parece que por fin este han decidido hacerme participe de las delicias de la paternidad. Llegados los primeros días de primavera, la pareja “líder” (sabido es que todos los órdenes del mundo animal funcionan con arreglo a un riguroso esquema jerárquico), ha intensificado sus cucamonas habituales y el macho defiende con más empeño del habitual el nidal de madera que ha escogido y al que intenta por todos los medios que su compañera lo siga. La hembra, remolonea, se hace de rogar, pero al final lo acompaña dejando patente su desgana, como si ya estuviera grávida. El macho de la otra pareja, belicoso pero sabiéndose segundón sin remedio, incordia para cubrir el expediente, como haciendo un paripé más destinado a impresionar a su hembra que a disputarle realmente el territorio al líder.
La primera pareja, delimitado ya perfectamente el espacio del jaulón que el macho ha reputado por suyo, se dedica a los arrumacos con sones estridentes y vuelos entrecortados que ignoran al resto del mundo. El perico, planea sobre la tacilla con magdalena remojada que les ofrezco como golosina y le lleva a su enamorada pequeñas migajas aprovechando para besuquearla repetidamente. Ella se deja complacida, arqueando el cuello para dar facilidades. En el curso de los agasajos, la hembra lo sigue hasta el nidal y tras variadas carantoñas y empujones de su pareja, decide por fin, sin abandonar del todo mohines y retrocesos, dejarse caer por el agujero que lo corona. Permanece dentro unos segundos, inspeccionando, y vuelve a salir para continuar el juego, que parece divertirle, como si disfrutara de estos días de protagonismo y atención.
La otra pareja consciente de su papel de segundones, aguardan discretamente en el rincón opuesto a que los enamorados completen su ciclo. Sospecho que esperan a que la “primera dama” comience a empollar para hacerse, por fin, con el lugar de los protagonistas.

Los nervios me corroen, como a primerizo, y mientras me paso las horas muertas observándolos, se me ocurre que no estamos tan lejos del momento en que nosotros también fuimos pájaros.
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