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martes, 25 de noviembre de 2014

PUEDE QUE PODAMOS

 Pepito esperó a que llegara el médico para servir las tostadas y los cafés. El tío Cacaseno venía con ganas de gresca.
—Al final escurriste el bulto, Mateo, no me quedó claro lo de Podemos.
—Ni a mí tampoco, Cacaseno, no hay nada claro en estos tiempos de tribulación, solo que nos han defraudado, mentido y robado a manos llenas. Que nos han metido en deudas que pagarán nuestros nietos si es que esto no se va al carajo antes, y que ni autopistas, ni trenes soterrados ni aeropuertos inútiles.
—Pues vaya panorama nos pintas ¿Qué podemos esperar?
—Esperar, no. Hacer, pensemos en que podemos hacer.
Silencio.
—Pues yo no veo que lo hayan hecho tan mal los que nos gobiernan, tampoco Europa les dejaba hacer otra cosa –apunta Juan de la Cirila.
—No te engañes, Juan, siempre se pueden hacer las cosas de otra manera, Europa puede obligarnos a recortar porque lo nuestro era un disparate, pero se puede recortar en muchas cosas antes que en las cuestiones sociales.
—Eso se dice pronto, Mateo
—No, eso se dice y se hace, se puede recortar en gastos de administración, menos políticos con tarjetas, más control de bancos y cajas, ejército reducido a sus justos términos, menos subvenciones a entidades privadas y a las confesiones religiosas; más ayudas para investigación, sanidad y cultura, que es lo que diferencia a unos pueblos atrasados de otros punteros. Se ha rebajado el nivel cultural de este país hasta límites impensables. Basta salir al extranjero y ver cómo andan en Europa, y a ellos también les han recortado, pero siguen llevándonos una gran ventaja en lo que a educación y cultura ciudadana se refiere. No te digo nada de los de más al norte.
—Puede que tengas tu razón, pero como se vive aquí…
—Aquí vive bien el que vive bien. Nosotros, que nos apañamos con cuatro cuartos y que aún podemos quitarnos media paga para socorrer a los que tenemos en paro alrededor, pero hay demasiadas familias sin recursos, demasiados desahucios y demasiada gente que tiene que dedicarse a la economía sumergida para sobrevivir. Eso no engendra más que picaresca y deterioro social
Mateo, el Don Mateo de un Centro de salud de barrio hasta que ha cumplido los sesenta y cinco y le han dado la cuenta, calla un poco avergonzado. Quizás ha entrado con demasiado ímpetu en la tertulia.
— ¿Como lo ves tú, Fernández?
—Que quieres que te diga, Mateo, triste pero cierto. Lo que no le veo es la punta.
—Aquí lo que hace falta es la Republica, a grandes males grandes remedios. Hay que cortar por lo sano.
—Tampoco es eso, Cacaseno, lo que hace falta es transparencia de verdad, que los grandes partidos asuman que se han quedado obsoletos, que es imprescindible una campaña de regeneración democrática a nivel nacional y por consenso, quizás poner al día la Constitución,  arreglar el asunto de las nacionalidades y volver a conquistar el aprecio de la ciudadanía. Separación de poderes total y efectiva y dotar al aparato judicial de medios para que sea eficaz. Y el que la haga que la pague, pero de verdad, el tío a la cárcel y los cuartos de vuelta al cajón.
—Sí, estamos de acuerdo, pero ¿Quien le pone el cascabel al gato?
—Esa es otra.

La tertulia, hoy, se ha disuelto en silencio.

martes, 18 de noviembre de 2014

¿PODEMOS O NO?


Ante la insistencia de mis dos lectores habituales, este blog retoma su bamboleante andadura para seguir dando voz, entre otros, a mis leales contertulios del Hogar del Pensionista, Fernández, Juan de la Cirila y el Cacaseno, con nuevas aportaciones que podrá encontrar el que continuare leyendo.

Al Cacaseno no le gustó la incorporación de Mateo a la Tertulia. Don Mateo había sido Mateo o Mateico para todos desde que iban juntos a la escuela, pero cuando volvió al pueblo con su flamante titulo madrileño de medicina, se convirtió en Don Mateo para siempre.
—La mucha gente para la guerra es buena, parece que le dijo el Cacaseno a Fernández el primer día.
Fernández, como prudente, no hizo caso, pero el Cacaseno se quedó con su aquel atravesado en la garganta y al desayuno siguiente, apenas esperó a que Pepito le trajera las tostadas para salir arrastrando:
—Entonces, Mateo, tú que has vivido en la capital, ¿Cómo ves lo de Podemos?
Mateo se toma su tiempo. Viene a la tertulia a relajarse y no a que le pongan exámenes, es hombre conciliador.
—Pues te diré, por un lado lo veo bien y por otro no tan bien.
—Ves como Mateo sabe -salta Juan de la Cirila.
—Quiero decir que veo positivo y aún necesario que aparezcan estos movimientos frescos y con tintes renovadores en medio del pudridero en que nos han colocado tantos sinvergüenzas como han salido en uno y otro lado.
—No, si frescos sí son.
—Tampoco es eso, Juan, me refiero a que son nuevos, que traen un aire esperanzador. Seguro que todos hemos votado a unos o a otros de los anteriores. Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad y a todos nos han decepcionado. Unos más y otros menos.
— ¿Entonces que les ves de malo a los de Podemos?
—De malo nada. Lo único que no veo claro es que puedan constituirse en alternativa de gobierno con un programa que a mi parecer contiene más utopías que otra cosa.
— ¿Que programa?
—Pues el de Podemos, ¿no lo habéis leído?
Silencio.
—Yo lo tengo, si queréis…
Silencio
—Por ahí hay que empezar, aunque solo sea una declaración de principios, conviene no dejarse llevar por las palabras ni por el aspecto de los lideres. Hechos, hechos, o por lo menos intenciones claras y por escrito. Programa, programa, como decía aquel.
—A lo mejor este no es el definitivo, y en cualquier caso, sabes que los programas están hechos para no cumplirlos.
—Lamentablemente cierto, amigo Fernandez, pero al menos es una base de partida. Y en nosotros, los ciudadanos está el obligarlos a que cumplan lo que nos prometieron.
— ¿Y hablas tú de utopías? -Aprovecha Juan de la Cirila para meter baza- ¿pues qué nos queda, a estas alturas? Nada es creíble ya, nos han engañado los unos y los otros y no han dejado en el cajón más que telarañas. Hasta yo, que ya me conocéis, no tengo claro a quién votar en las próximas.
—Pues, visto lo visto, ya sabes, dice el Cacaseno.
—A los tuyos, desde luego que no.
—Haya paz -dice Fernández-, aún queda tiempo. Amanecerá Dios y medrar hemos.
—Santa palabra, apoya Mateo afanado en su tostada.





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