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martes, 23 de diciembre de 2014

MARISA Y EL CATOBLEPAS
















Cuento con buenos amigos que se preocupan en repoblar mi erial de conocimientos con valiosas aportaciones. Marisa López Soria me obsequia con esta joya de libro, considerando acertadamente mi situación de púber escritor:




Me apresuro a devorar la obra y en el capitulo segundo tropiezo con un interesante desconocido: el Catoblepas, que Vargas Llosa utiliza como metáfora del escritor que se alimenta de sus propias vivencias, de la misma forma que, según el mito, el animal es capaz de devorarse a sí mismo comenzando por sus pies.
Averiguo que el Catoblepas viene descrito por primera vez en Plinio el Viejo hace ya unos dos mil años, y que lo sitúa en Etiopía, cerca del nacimiento del río Nigricapo, probablemente -como sugiere Cuvier- inspirado por el Basilisco y Las Gorgonas. Luego lo recogen sucesivamente Claudio Eliano y Leonardo da Vinci, pero ninguno de ellos hace mención a su afán por devorarse a sí mismo, lo que me conduce a la sospecha precipitada de que tal cualidad sea un invento de Vargas Llosa. 
 
La prudencia, sin embargo, me hace profundizar en la investigación y llego, a través de  Jorge Luis Borges y su Manual de Zoología Fantástica, a La Tentación de San Antonio de Gustave Flaubert donde, efectivamente encuentro que la bestia le confiesa al santo: con las mandíbulas entreabiertas, arranco con la lengua las hierbas venenosas humedecidas por mi aliento. Una vez, me devoré las patas sin advertirlo. Vargas Llosa, como no, tenía razón.
Así que ya saben, si cualquier tarde apacible, paseando por la campiña de Etiopía, en la vega fértil del río Nigricapo se encuentran con un herbívoro del tamaño aproximado de un toro, con una gran melena, estrecho, con ojos inyectados en sangre, escamas en la espalda, las cejas lanudas y la cabeza tan pesada que tan sólo puede mirar hacia abajo, no se les ocurra mirarlo directamente a los ojos, pues como le confesó al santo en su aparición: Nadie, Antonio, ha visto mis ojos, o quienes los vieron han muerto. Si levantara mis párpados - rosados e hinchados - te morirías en seguida.
Advertidos quedan gracias a Marisa.



martes, 16 de diciembre de 2014

SOLIDARIDAD



Llegó Juan de la Cirila cuando ya estaban terminando el desayuno.
—Se me ha hecho un poco tarde porque he pasado por el banco de alimentos a dejar unas cosuchas.
—Sana practica -dice Fernández-, aunque triste.
—¿Triste por qué?
—Me da vergüenza que haya gente en nuestro pueblo que tenga que recurrir a la caridad para poder empinar la olla.
—En nuestro pueblo y en todos los pueblos
—Peor me lo pones si hemos de aceptar que es práctica generalizada. Mala señal cuando hay que recurrir a la caridad, algo no funciona bien. Es el Estado el que tendría que asegurar que nadie llegue a ese extremo, procurando los medios de trabajo o de subsidios necesario. Parece que hemos vuelto a la economía de posguerra.
—Y hemos vuelto –apunta Mateo- estamos viviendo un retroceso como hacía muchos años que teníamos olvidado. Ahora es generalizado, han caído la sanidad, la educación, los servicios, las pensiones, y lo que es peor, la educación y la cultura. Sin esos dos pilares, no hay avance posible. Buceando en internet me he encontrado con un asunto espeluznante: una lista interminable de suicidios relacionados con la crisis en la que se muestran uno a uno los casos y sus antecedentes. La crisis arruina y mata, pero los medios no informan por no provocar alarma social y atenuar el dolor de los parientes, según dicen.  De nuevo los efectos primando sobre las causas.

—Eso es porque hemos perdido la fe. Un cristiano nunca atentaría contra su propia vida. Es un gran pecado.
—No digas ñoñeces, Juan, eso está bien para los creyentes, si es que queda alguno de verdad. Estamos hablando del fenómeno social del que todos somos responsables. Para lo de las creencias, te recomiendo un libríco de Unamuno llamado San Miguel Bueno, mártir.
—Déjale el libro, Mateo, a ver si se le pega algo. Culpables somos unos más y otros menos, el verdadero responsable es este capitalismo salvaje en el que solo importa el dinero y el triunfo social, pasando por encima de lo que haya que pasar.
—Bien dicho, Casaseno, en eso estoy contigo.
—No me des coba, Juan, que te conozco, tú siempre al sol que más calienta. Lo triste es que la crisis la han provocado los sinvergüenzas que nos han dejado en cueros y la tenemos que pagar los pobres. Y culpables somos en la medida que no nos hemos preocupado en escoger a los mejores para la cosa pública y en no correr a gorrazos a los sinvergüenzas cuando los hemos detectado. Nos han tomado el pelo porque muchos a su alrededor también se lucraban del choriceo, mira el bigotes y toda su panda.
Tercia Fernández conciliador, porque al Cacaseno se le ponen las venas del cuello como pollizos de olivera:
—Como siempre ha sido, basta con echar un vistazo a la Historia. Los poderosos y los de su alrededor han manejado el asunto como han querido y los pobres a tragar. De vez en cuando nos echan unas migajas para que nos contentemos y mientras rula no es chamba.
—Coño, Fernández, entonces, ¿Qué esperanza nos queda?
—Quizás tengamos que inventar un sistema nuevo.
—Eso, eso, la revolución.
—No empieces, Cacaseno.





martes, 2 de diciembre de 2014

¿PODREMOS?

 Como el día está lloviznoso, los contertulios hacen un extra y se regalan con un platico de migas que hace la mujer de Pepito, acompañadas de olivas cornicabras y unos chatos de vino.
El sólido almuerzo hace que los ánimos se relajen, el día pinta duro: la señora Mato dimite antes de que su presencia en el escaño afrente al jefe que afina los bolillos para no hacer el ridiculo hablando de trasparencias. Al parecer la dama se comió parte de un jamón sin indagar procedencia; el Papa, en un acto sin precedentes, corta cabezas de monseñor con puro, otrora reverenciado por estas tierras; el esperpento de los aviones sigue cabalgando hacia la nada mientras el Sr. Garre se empeña en buscar soluciones imposibles y decir que aquí no pasa nada, que los 200 millones son pelufa de caña; el Señor Bernabé, reciente consejero tras la honorable dimisión de D. Manuel Campos Sánchez, cambia de opiniones como de camisa, enterrando en el olvido la magnifica gestión del puerto de Cartagena que hiciera Adrian Ángel Viudes; la desdicha se cierne sobre el campus universitario donde los estudiantes mueren de forma misteriosa, como los novicios que se arrojaban por las ventanas en la novela de Umberto Eco; y las piezas separadas de la Gurtel se mueven como cristales de un caleidoscopio, salpicando las finanzas obscuras del PP.
—Estoy por no volver a leer el periódico, dice Mateo.
—Eso hago yo desde hace años, así no me caliento la cabeza, no trae más que desdichas y embustes de unos y de otros.
—Pues no me parece solución, Juan, con ese pasotismo lo que hacemos es dejar las cosas en manos de quien nos gobierna mal, y así nos va.
—¿Es que te piensas que alguien nos iba a gobernar mejor? Todos van a los suyo, que es llenar la capaza.
El Cacaseno aprovecha:
—Os lo tengo dicho: Republica democrática.
—Ya estamos, ¡que tendrá que ver el culo con las témporas! La democracia es una categoría superior, nada tiene que ver con la forma de gobierno, hay monarquías democráticas y republicas totalitarias. La forma de gobierno no es ninguna garantía.
—De acuerdo, pero no me negareis que el caldo de cultivo que se ha propiciado en esta región viene por ahí.
—Pues no lo creo, viene del mucho tiempo que nuestros políticos están instalados en sus poltronas. Tanto que han acabado creyendo que el coto es suyo cuando solo era arrendado. Tomar la política como profesión, es mal asunto.
—No te olvides que fuimos nosotros –y Mateo hace un círculo con la mano, que nos engloba- quienes los pusimos al frente de la cosa pública. Si ahora tenemos imputados por delitos de corrupción a dos consejeros del gobierno regional, un delegado del gobierno y el alcalde de la capital, son lodos que han traído aquellos polvos que metimos en las urnas.
—Dos mil imputados y otros dos mil sospechosos, añade el Cacaseno por lo bajo
—Hombre, cuando votamos no podíamos esperar esto.
—Entonces no, pero después de veinte años, en la región hemos seguido insistiendo.
—Habrá que esperar.
Los contertulios, amodorrados por la ingesta, se dispersan en silencio.




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