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martes, 26 de enero de 2016

TOSES Y TERREMOTOS

Cuentan las leyendas de los hombres del norte, que el martillo de Thor golpea la tierra cuando su dueño se enfurece, haciendo saltar en trozos las montañas de este planeta, frágil y menudo. No tan minúsculo como imaginó Antoine de St. Exupery, pero casi. Igual que al planeta del cuento, hay que cuidarlo con mimo, porque si no, los grandes Baobabs pueden anidar en él y acabar destruyéndolo. Hay que regar diariamente las rosas para que no se agosten y tenerlo todo limpio y cuidado, porque a pesar de su pequeñez es nuestro cobijo y el único lugar habitable que, por el momento, conocemos. El sistema solar en el que gira, es solo una níspola dentro de nuestra galaxia, que a su vez es una minucia en el complejo de infinitas estrellas que nos rodean, navegando a la ventura, por el universo.
Los hombres, entre sus muchos defectos, se transmiten de padres a hijos uno que, según cuentan, convirtió a los ángeles en demonios: la soberbia. El mortal, se ve reflejado en el espejo y dice: “¡Quien como yo, el rey de la creación!”. Y se dedica, imitando a los lejanos constructores de pirámides, a levantar monstruosos edificios, zigurat que pretenden llegar al cielo y catedrales que le parecen grandiosas y eternas. Cree que ha dominado la naturaleza porque le pone irrisorias barreras, pero sus grandes trasatlánticos indestructibles fracasan cuando un bloque de agua solidificada le propina un empellón; y las naves espaciales, solo capaces de recorrer una mínima parcela de nuestro infinito universo, explotan por un azar incontrolable,  en medio de la nada, con sus tripulantes en la barriga.
El planeta, quejoso de la falta de respeto con que lo tratamos, emite de vez en cuando una leve tosecilla que provoca tsunamis y terremotos, anega tierras, destruye todo lo que encuentra a su paso, devorando personas y animales y dejando a su paso la tierra yerma para mucho tiempo. Abre sus fauces por el primer lugar que se le ocurre y vomita ríos de lava, crea islas y las hace desaparecer a su capricho, o envía tormentas de nieve que paralizan durante muchos días la vida de millones de personas.


Y nosotros, en vez de observar el infinito y tomar la medida justa de nuestra insignificante pequeñez, estamos atentos solo a nuestro ombligo que, por próximo, nos parece enormemente grande, el centro de todo el universo. Y así nos va.

viernes, 15 de enero de 2016

BATIBURRILLO DE PRIMEROS DE AÑO

Uno, que no es ajeno a nada de cuanto le rodea, se encuentra esta temporada entre perplejo y hastiado. Si mira a su inmediato entorno, se encuentra con un aeropuerto fantasma que nos cuesta un pastón diario, fruto de un megalómano desaparecido; una autovía entre limoneros sin visos de ser transitada; una desaladora inoperante que nos cuesta el otro ojo; la variante de Camarillas que sigue sin variación alguna; una guardería que, por lo visto, se ha derribado a si misma sin que el Sr. Cámara, alcalde a la sazón, fuera advertido; casas de los Jerónimos derribadas sin más autorización que la del pope cristianísimo…
Uno amplía el foco, y se encuentra un presidente, amortizado y sibilante, opinando que la política es una profesión in aeternun, y añora personajes como don José Mujica que opinaba todo lo contrario; un reciente Parlamento en el que Berlanga hubiera encontrado tema para nuevas y copiosas producciones, lleno de rastas (dignísimas, salvo piojos), lactantes manoseados y sillones voladores que se intercambian como si fueran cromos de jugadores de futbol; los primitivos ‘rojillos’ dispuestos a hacer sinuosas las originarias líneas rojas, pretendiendo multiplicarse por cuatro, en un alarde que asombraría al mismo Pitágoras…

Mira más allá, y tropieza con el juicio de una infanta hieráticamente entrenada, que ignora hasta la realidad palpable; una letrada que nos advierte de que ‘Hacienda somos todos’ no era más que una boutade propagandística y que Hacienda solo somos los pringados de siempre; un rey que escora hacia el PP recibiendo a unos sí y a otros no; un reciente Presidente de la Generalitat que manda independencia, ahora con la boca pequeña y sin fecha de caducidad…
Uno se alegra de que hayan hecho mutis por el foro viejos dinosaurios corruptos, por más que lo hayan hecho con el riñón bien cubierto, a costa del erario público, que antes era de todos. Y se pregunta: ¿en manos de quien nos hemos puesto?

Menos mal que en esta tierra desdichada, que ama, hoy llueve para todos.
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