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martes, 17 de mayo de 2016

LEONIDAS Y EFIALTES (II). Segunda jornada.

Leónidas, además de hombre valeroso y buen conductor de hombres, era un excelente estratega, así que decidió, para impedir el paso a los persas, apostarse en el estrecho paso de las Termopilas (Puertas calientes), llamado así a causa de las aguas termales que brotaban en sus proximidades.
En el lugar había un viejo muro suficiente para ocultar a los defensores de los espías que Jerjes envió a tantear el terreno. El paso tenía una anchura de unos 15 metros y Jerjes se imaginó que los griegos huirían aterrorizados ante la magnitud del ejército persa, por lo que se instaló cómodamente en su campamento y decidió esperar tres días para facilitarles la retirada.
Conviene aquí hacer un breve inciso para detenernos en el armamento de ambas formaciones, que resulta de interés para la claridad de nuestra historia.
Los persas se habían hecho famosos por su temible caballería, que en esta ocasión resultaba por completo inoperante. La infantería llevaba una armadura escasa, espadas cortas y ligeros escudos de madera que caían hechos astillas ante las lanzas de los griegos. Estos habían desarrollado una formación llamada "falange macedonia". Consistía en una línea en la que los combatientes se mantenían codo con codo protegiéndose mutuamente con los escudos (hoplon, de donde les vino el nombre de hoplitas). Entre los escudos, que presentaban una barrera inexpugnable, sobresalían las temibles lanzas de tres metros con las que ensartaban al enemigo antes de que llegara al cuerpo a cuerpo. Esa primera línea, sometida a un desgaste extremo, era renovada constantemente.
Cuando Jerjes se dio cuenta de que los griegos no pensaban en la huida, lanzó sus tropas de medos y cisios al ataque. Los griegos hicieron una carnicería durante aquel primer día de combate sin ceder un solo palmo de terreno.
Los griegos luchaban por convicción, defendiendo su derecho a la libertad y estaban dispuestos a morir por ella. Los de Jerjes eran deudores de la voluntad de su amo, el Gran Rey, que los enviaba a la batalla con absoluto desprecio de sus vidas, como reses al matadero.
A la vista del desastre del primer día de lucha y de los montones de cadáveres persas que se amontonaban en el desfiladero, el segundo día de combate, Jerjes decidió emplear a los Inmortales.
Esa tropa estaba formada por 10.000 hombres mucho mejor armados que el resto del ejército persa. Su nombre provenía del hecho de que cada uno que sucumbía era sustituido inmediatamente, de manera que su número permanecía constante. Sin embargo, los Inmortales tampoco lograron quebrantar la resistencia de los griegos y al final del segundo día, el ejército persa seguía estancado sin resultado y sus bajas se contaban por millares.
Y aquí se produjo el hecho que habría de cambiar el curso de la batalla.

Pero eso lo veremos en el próximo número. Un poco de paciencia.





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