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martes, 25 de octubre de 2016

¿NO ES NO?

Cuentan que su majestad Felipe II, en cuyas posesiones jamás se ponía el sol, tenía a gala resolver personalmente los asuntos de su reino. A cuyo efecto, disponía los legajos, expedientes, peticiones y memorándums en un montón que situaba a su diestra, con un letrero que decía “asuntos a resolver”. A su siniestra mano, otro montón, algo más menguado con la leyenda “asuntos resueltos”. Su habilidad como estadista consistía en, pasado el tiempo suficiente, trasladar los asuntos del uno al otro montón.
Dicen de algunos presidentes de gobierno,que entre su escasa base de datos históricos, figura la anécdota que acabo de relatar, aplicada con tan exactitud que mejora en tercio y quinto a la de su Majestad Católica.
Y mientras, la oposición que lucha por seguir siéndolo en exclusiva, huérfana de líder, se escinde en múltiples fracciones dando el lamentable espectáculo de no saber si debe consultar a los representantes democráticamente elegidos, a las bases, o a Santa Rita de Casia, patrona de los imposibles. De momento, no se sabe quien asume el liderazgo del PSOE, convertido (el liderazgo) en una patata caliente que todos se apresuran a lanzar al aire antes de que les churrasque las manos, aterrados por si los morados les pasan por la izquierda.
Se ha demostrado que el no por el no es una estrategia de poco recorrido, pero no es menos cierto que hay que conjurar el fantasma de las terceras elecciones, que probablemente dieran al traste con los restos del naufragio del PSOE. Dentro del pasteleo político, llegamos a la conclusión de que hay que optar por una abstención sincopada.
Para este viaje, se dicen muchos, no eran precisas alforjas, ni debates televisivos, ni agresiones verbales entre unos y otros. Podían haber tomado semejante decisión hace ya muchos meses y ahorrarnos a la paciente ciudadanía el calvario diario de informaciones, comparecencias televisivas e ingeniosos tuits. Los líderes de la izquierda (rojos y morados) batallando entre sí, han hecho como los conejos de la fabula: esperar a que llegue un tercero, entienda la parte del no que es no, y se alce con el pastel sin haber salido del plasma. En mano de la oposición estaba haber pactado una solución de compromiso recurriendo a todas las fuerzas que hubiera sido necesario, centrales y periféricas. Puede que eso sí hubiera elevado el nivel político del país en este desdichado momento.
Lo que parece claro es que la táctica de los dos montones ha dado excelentes resultados al vencedor de esta batalla, presidente de un partido carcomido por la corrupción impune, que ha llenado de heridos el campo de sus contrarios sin mover un músculo.  

martes, 18 de octubre de 2016

MORBUS GOTHORUM


La historia de los godos en nuestro país, ha pasado a los libros de texto de un modo difuminado, quizás apantallada entre los romanos que los precedieron y los sirios y magrebíes que los desalojaron. Un recuerdo reflexivo sobre las peculiaridades de su reinado quizás resulte pertinente.
Desde el año 400, en la Galia se sucedían los emperadores romanos con inusitada rapidez. La población, formada por francos, burgundios, hunos, godos, suevos, vándalos y alanos…, apoyaba a unos u otros según sus conveniencias les dictaran. El emperador de oriente, Honorio, tuvo la idea de emplear al rey de los godos, Ataulfo (primero de aquella lista de reyes godos que los de mi generación tuvimos que imprimir de forma indeleble en nuestras jóvenes seseras), para hacerle el trabajo de despejar la Galia de indeseables. Ataulfo lo hizo a pedir de boca y se convirtió en el mandamás del imperio de occidente, fijando su residencia en Narbona y desposando a Gala Placida, hermana del emperador, tomada como rehén en el saqueo de Roma del año 410 por Alarico. Visto el éxito obtenido por Ataulfo en la misión que le había encomendado, Honorio quiso hacer lo mismo con Hispania, a donde dirigió a Ataulfo (Lobo Noble para los amigos) y sus muchachos en el año 415.
Y ahí empieza uno de los jalones más extraños y originales en la historia del pueblo godo: la aparición del morbus gothorum, como lo llamaría el cronista pseudo Fredegario, o morbo gótico, dicho en lenguaje más coloquial. A poco de instalarse, Ataulfo fue asesinado en Barcelona por uno de sus clientes, al parecer descontento por algún feo que el rey le había hecho. Le sucedió Sigerico, que sufrió la misma suerte poco después, y una troupe de reyes que tuvieron el mismo fin, (hasta llegar a Wamba, último de ellos antes de D. Rodrigo. Con este último se pondría fin al reino visigodo en España y daría comienzo al periodo musulmán en el año 711.
En puridad, Wamba no fue asesinado, sino depuesto por el curioso procedimiento de ‘la tonsura’. En uno de los habítales banquetes, alguno de sus allegados le suministró un bebedizo con un hipnótico llamado esparteína. Sumido Wamba en el lógico estupor, los nobles que lo veían más allá que acá, se apresuraron a solicitar para él la confesión, que entonces incluía tonsura y habito talar. Cuando el rey Wamba se recuperó, ya era tarde: la ley visigoda estipulaba que un religioso tonsurado no podía reinar.

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A la vista de los acontecimientos que se dan en la actualidad en algunos de los principales partidos de nuestro país, uno se pregunta si realmente el morbus gothorum, pertenece solamente a la historia pasada.
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